Los hombres podemos ser causa de alegría o de tristeza, luz u oscuridad, fuente de paz o de inquietud, fermento que esponja o peso muerto que retrasa el camino de otros. Nuestro paso por la tierra no es indiferente.
Se dice de quien nos ha dejado: que ha muerto, pero nos queda su ejemplo.Su vida fue una demorada preparación del ejemplo que entregó a quienes le sobrevivieron y a las generaciones venideras que aún le recuerdan. Conocer la verdad de alguien es rememorar su ejemplo cuando ya ha dejado de vivir. La verdad de nuestro destino individual queda a la postre en manos de la posteridad social, que custodiará nuestro ejemplo solo si halla en él algo colectivamente aprovechable y digno de permanecer. Todo ejemplo es ejemplo para alguien, dice el filósofo Javier Gomá .
Las necrológicas y los obituarios que hoy leemos en los periódicos encuentra su antecedente en las laudationes funebres que los aristócratas romanos pronunciaban en los funerales solemnes ensalzando el ejemplo que había dejado el difunto en su paso por la tierra. Ahora, mientras vivimos, permanece abierto el contenido de nuestra futura laudatio. ¿Qué renglones escribirías tú en ella si estuviera en tu mano hacerlo? ¿Qué querrías que dijeran de ti? ¿Cómo te gustaría ser recordado? Nada de narcisismo o autocompasión; es la pregunta griega por la esencia: ¿qué clase de hombre fuiste tú?
No hay comentarios:
Publicar un comentario