Los gobiernos promulgan muchas leyes con la intención de proteger a los elementos más vulnerables, pero que al final acaban perjudicándolos.
Consideremos la Ley de Norteamericanos con Discapacidades, que se proponía salvaguardar de la discriminación a los trabajadores discapacitados, escribe Steven D. Levitt . Una noble intención, ¿no? Claro que sí, pero los datos demuestran convincentemente que el resultado fue menos empleos para los norteamericanos con discapacidades. ¿Por qué? Cuando se aprobó la ley, los empresarios estaban tan preocupados por no poder sancionar o despedir a los malos trabajadores que tuvieran una discapacidad que evitaban desde un principio contratar a tales trabajadores. La Ley de Especies en Peligro generó un incentivo similarmente perverso. Cuando los terratenientes temen que su propiedad sea un hábitat
atractivo para un animal en peligro de extinción, o incluso un animal que sea candidato a dicha condición, se apresuran a talar árboles para hacerla menos atractiva. Entre las víctimas recientes de estas estratagemas figuran el búho pigmeo de los cactos ferruginosos y el pájaro carpintero de cresta roja. Algunos economistas ambientales han argumentado que la Ley de Especies en Peligro está poniendo en peligro a las especies, en lugar de protegerlas.
Si la gente tiene que pagar por cada bolsa de basura de más, razonan, tendrán un fuerte incentivo para producir menos. Pero esta nueva manera de gravar también da a la gente un incentivo para llenar aún más sus bolsas o para tirar su basura en los bosques (que es lo que ocurrió en Charlottesville, Virginia). En Alemania, los evasores del impuesto de basuras tiraban tantos restos de comida por el retrete que las alcantarillas se infestaron de ratas. En Irlanda, un nuevo impuesto de recogida de basuras generó un aumento de la quema de basuras en los patios traseros, que no solo era mala para el medio ambiente, sino también para la salud pública.
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