El sábado 14 de julio de 1918, la esposa del zar Alexandra anotaba “la alegría de unas vísperas, en esta segunda visita del joven sacerdote”. El padre Storozhev ya había estado antes allí, en mayo, y Yurovsky estuvo de acuerdo en que volviera otra vez. El sacerdote reunió a toda la familia. Alexis se sentó en la silla de ruedas de su madre. Alexandra, con un vestido lila, se sentó al lado de su hijo. Nicolás, vestido con su camisa caqui, pantalones y botas, se quedó de pie con sus hijas, vestidas con blusas blancas y faldas oscuras. Cuando comenzó la misa, Nicolás se hincó de rodillas. Un amigo de Alexandra les había enviado a Tobolsk un poema dedicado a Olga y Tatiana. En la Casa Ipatiev, Olga lo copió en uno de sus libros. Los Blancos encontraron los versos: "Dadnos paciencia, Señor, a nosotros tus hijos en estos sombríos y tormentosos días, cuando sufrimos la persecución de nuestro pueblo y los tormentos de nuestras culpas. Dadnos fuerza, Dios de Justicia, a nosotros que la necesitamos, perdona a nuestros perseguidores, y que tu gran mansedumbre alivie el peso de esta dolorosa cruz que acarreamos. Cuando somos despojados e insultados en estos días de incansable amotinamiento, pedimos tu ayuda, Cristo Salvador, para poder soportar la amarga prueba. Señor del mundo, Dios de la Creación, dadnos tu bendición a través de nuestra plegaria, dad la paz a nuestros corazones, oh Maestro, en esta hora extrema que debemos vivir. Y en el umbral de la tumba, insufla tu poder divino en nuestra arcilla para que nosotros, tus hijos, podamos encontrar fuerzas en esta humilde plegaria por nuestros enemigos".
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