domingo, 28 de noviembre de 2021

La resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial fue un hecho minoritario


Michael Burleigh, historiador británico especialista en historia contemporánea, cuenta que si la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial hubiera sido consecuencia del hambre, entonces habría constituido un movimiento masivo en lugar del hecho minoritario que fue. Como afirmó un desilusionado comunista, la resistencia fue sobre todo una cuestión de carácter o naturaleza, más que de deliberación consciente. Un significativo número de miembros de la resistencia parecían tener claro que el nazismo era inherentemente malvado, de nuevo un adjetivo que los historiadores, contrariamente a clérigos o jueces, parecen no querer utilizar en la actualidad.

En una guerra clandestina, las mujeres eran tan importantes como los hombres, especialmente porque podían explotar su feminidad o maternidad para escapar al riguroso escrutinio de los policías. Muchos extranjeros,incluidos exiliados alemanes, polacos y españoles republicanos, figuraron también junto a los elementos autóctonos. Durante los primeros años, la resistencia constituyó en gran medida un fenómeno urbano centrado en París, Lyon y Marsella, pero a partir de 1943 la geografía de la revuelta se extendió también a zonas agrícolas más remotas con el crecimiento de los maquis, bandas armadas cuyo nombre genérico procedía de los montes de Córcega.

El hecho de vivir bajo múltiples identidades, de mudarse constantemente de un domicilio seguro a otro y de someterse a las demandas de una meticulosa actividad clandestina, donde no cabía el error, generaba un enorme estrés, y las memorias de destacadas figuras de la resistencia, como Henri Frenay, están salpicadas de experiencias traumáticas causadas por la pérdida de estimados camaradas.


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