El penalista francés Maurice Garlón en el debate sobre la prescripción de los delitos manifiesta que ya el niño al que se recrimina por una desobediencia pasada, responde: ¡pero si pasó hace tiempo! Él ya haber pasado hace tiempo se le antoja la forma más natural de disculpa. Y también nosotros reconocemos en la distancia temporal el principio de la prescripción. El delito provoca inquietud en la sociedad; pero tan pronto como la conciencia pública se olvida del delito, desaparece también la desazón. El castigo demasiado alejado temporalmente del delito pierde su sentido. Esto es una verdad trivial y palmaria, en cuanto se refiere a la sociedad o al individuo que se socializa a sí mismo moralmente y se disuelve en el consenso. Pero carece de cualquier relevancia para el ser humano que se concibe a sí mismo como moralmente único.
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