Como ha averiguado Daniel Cohen, economista de la Sorbona, ahora le toca a cada empleado demostrar, por iniciativa propia, que es mejor que cualquier otro de los que le rodean, que produce más beneficios a los accionistas de la empresa y que merece seguir contratado cuando se produzca, como es de rigor, la próxima tanda de “racionalizaciones” (léase más despidos).
Dicen Boltanski y Chiapello, que los empleados se encuentran en una cité par projets, donde las perspectivas de empleo se ven limitadas únicamente al proyecto que esté en marcha en ese momento. Y la gente que vive de un proyecto a otro, la gente cuyo sistema de vida está parcelado en una sucesión de proyectos de breve duración, no tiene tiempo para difundir descontentos que cristalicen en una puja por un mundo mejor… Esta gente deseará un aquí y ahora diferente para cada cual en lugar de pensar seriamente en un futuro mejor para todos. En el esfuerzo cotidiano sólo dirigido a mantenerse a flote, no hay ni tiempo ni espacio para vislumbrar la “sociedad buena”.
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