Los ejemplos más convincentes citados por los economistas para defender la importancia de las instituciones apuntan a países adyacentes y con entornos muy similares que, después de constituir una sola nación, han pasado a formar entidades separadas, con instituciones muy distintas y, en consecuencia, con niveles de riqueza muy diferentes. Esos casos ponen de manifiesto la influencia de las instituciones en la riqueza, aun cuando las diferencias geográficas son escasas o casi inexistentes. Los tres casos más citados son; la riqueza de Corea del Sur, que disfruta de un nivel de vida propio del primer mundo, frente al retraso extremo de Corea del Norte; la riqueza de la antigua Alemania Occidental frente al menor nivel económico de la antigua Alemania Oriental, que se mantiene hoy en día, años después de la caída del muro de Berlín; y el contraste, en la isla caribeña de La Española, entre Haití, al oeste, el país más pobre del hemisferio occidental, y la República Dominicana, al este, que, sin ser en modo alguno un país rico, sí está en vías de desarrollo, con una riqueza que supera alrededor de seis veces la de su vecino. No cabe duda de que esos ejemplos constituyen una demostración fehaciente de que las diferencias institucionales pueden ocasionar grandes disparidades de renta nacional, incluso cuando prácticamente no hay diferencias.
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