En el siglo VI a.C. Atenas fue asolada por el conflicto entre ricos y pobres. El legislador Solón prohibió la esclavización de los deudores a manos de los acreedores ricos. Solón también alentó a los agricultores a que se especializaran. El aceite, el vino y sus envases se convirtieron en las principales exportaciones de Atenas, mientras que el grano se almacenaba para uso interno. Simultáneamente, una serie de reformas, atribuidas a Solón, dieron a los nuevos ricos la igualdad con la antigua clase terrateniente y establecieron un nuevo consejo popular que prepararía los asuntos para la ekklesia, la asamblea general de todos los ciudadanos.
La democracia ateniense debe respetarse sobre todo porque ha producido una serie de triunfos culturales que constituyen hitos incluso en la historia de la civilización griega y que fueron hechos públicos. Mucha gente aplaudió y sostuvo el arte de Atenas; las tragedias pasaron la prueba, no de los ingresos en taquilla, sino la de unos jueces que interpretaban el gusto del público expresado con vigor. El escultor Fidias trabajó para embellecer la ciudad y no para un cliente en particular. Y cuando la democracia degeneró, parece que también disminuyó el impulso artístico, lo que fue una pérdida para toda Grecia.
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