En Francia cada día se registran alrededor de 85 agresiones cometidas contra los agentes de la autoridad pública. De hecho, no se trata solo de la policía y gendarmería; también se ataca a los bomberos o incluso al personal de urgencias. Grupos de jóvenes, que con frecuencia incluyen a menores de edad, tienden emboscadas a bomberos y policía en barrios con altos porcentajes de población de origen inmigrante. También atacan comisarías e incluso escuelas públicas en estos mismos lugares.
Muchos analistas apuntan a que la intención de fondo parece ser romper todos los vínculos que todavía unen los habitantes de barrios periféricos con las instituciones publicas y con la sociedad francesa en general. Hay elementos deseosos de imponer la ley islámica en territorio francés.
Todo ello hace que el clima que se instala en Francia sea cada vez más tenso, hasta tal punto que, cosa inaudita en una democracia europea actual, se ha empezado a escuchar ruido de sables. Así lo han demostrado recientemente dos cartas abiertas recientemente publicadas por oficiales retirados y activos de las fuerzas armadas francesas. Los firmantes piden al gobierno de Emmanuel Macron que actúe con mayor firmeza ante la escalada de violencias, y evocan una posible intervención armada en caso que la situación degenerase aun más. Aunque en ningún momento los firmantes hablaron directamente de golpe de estado, no así lo entendió el ejecutivo francés ni parte de la opinión publica. Y de hecho, el nerviosismo gubernamental no fue a menos cuando un sondeo realizado pocos días después de la primera carta abierta estableció que cerca del 60% de los franceses apoyaban la iniciativa de los militares.
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