Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel
Cuenta Romain Rolland que “en 1504, la Señoría de Florencia enfrentó a Miguel Ángel con Leonardo da Vinci. No se querían bien uno al otro. Su común soledad hubiera debido aproximarlos. Pero si se sentían alejados de los demás hombres, lo estaban entre sí más aún. El más aislado de los dos era Leonardo. Tenía cincuenta y dos años, veinte más que Miguel Ángel. Desde los treinta vivió lejos de Florencia, cuyas ásperas pasiones eran intolerables a su natural delicado, un tanto tímido, y a su inteligencia serena y escéptica, a todo abierta, capaz de comprenderlo todo. Aquel gran diletante, aquel hombre absolutamente libre y absolutamente solo, sentíase tan desapegado de la patria, de la religión, del mundo entero, que no se hallaba a su placer sino junto a tiranos, como él libres de espíritu. Hubo de dejar Milán, en 1499, al caer su protector Ludovico el Moro; en 1502 entró al servicio de César Borgia; cuando en 1503 acabó la carrera política de éste, Leonardo tuvo que volver a Florencia. Su irónica sonrisa se encontró allí frente al febril y sombrío Miguel Ángel y le exasperó. Sumiso a sus pasiones y a su fe, Miguel Ángel odiaba a los enemigos de su fe y de sus pasiones; pero aún odiaba más a quienes, exentos de pasión, tampoco se inspiraban en ninguna fe. Cuanto más apreciaba la grandeza de Leonardo, más le aborrecía Miguel Ángel, y no desperdiciaba ocasión de demostrárselo. «Leonardo era hombre apuesto, de maneras suaves y distinguidas. Un día estaba paseando con un amigo por las calles de Florencia. Vestía una túnica rosa, larga hasta las rodillas; flotábale sobre el pecho su bien rizada barba, acicalada con arte. Junto a Santa Trinità conversaban unos ciudadanos; discutían entre sí cierto pasaje del Dante. Llamaron a Leonardo y le rogaron que les aclarase el sentido del punto que debatían. En aquel momento vieron pasar a Miguel Ángel. Leonardo dijo: “Miguel Ángel os explicará los versos de que habláis”. Miguel Ángel, creyendo que Leonardo quería mofarse de él, replicó agriamente: “Explícaselos tú, que has hecho el modelo de un caballo de bronce y que no has sido capaz de fundirlo, pero que, para vergüenza tuya, te detuviste a mitad del camino”. Y volviendo la espalda continuó andando. Leonardo calló, ruborizándose. Y Miguel Ángel, no satisfecho aún su ardiente deseo de herirle, gritó: “¡Y esos capones de milaneses que te creían capaz de semejante tarea!”». Tales eran los hombres que el confaloniero Soderini puso frente a frente en una obra común.el decorado de la Sala del Consejo del Palacio de la Señoría. Singular combate entre las dos fuerzas más grandes del Renacimiento. En mayo de 1504, Leonardo comenzó el cartón de la Batalla de Anghiari. En agosto de 1504, recibió Miguel Ángel el encargo del cartón para la Batalla de Cascina. Florencia se dividió en dos bandos en pro de sendos rivales. El tiempo lo ha igualado todo. Las dos obras han desaparecido”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario