Según las proyecciones del gobierno chino, en el año 2020 el producto bruto nacional será de 4 trillones de dólares, cuatro veces más que el actual, y el ingreso per cápita será tres veces superior al actual. Y eso se traducirá en el nacimiento de una enorme clase media china, que numéricamente será mayor que toda la población de los Estados Unidos o de Europa, y que transformará la economía mundial tal como la conocemos hoy. Según la Academia de Ciencias Sociales de China, uno de los centros de estudios más importante del país, la clase media china, definida como el número de gente que gana entre 18 mil y 36 mil dólares por año, crecerá del 20 por ciento de la población actual al 40 por ciento en el año 2020. Eso significará que para ese año habrá 520 millones de chinos de clase media. Y las empresas globales, que hoy producen ropa, automóviles y noticias para el gusto de los consumidores norteamericanos, modificarán sus productos para conquistar a los consumidores chinos. Las compañías multinacionales tendrán una orientación más asiática y menos occidental, dice el informe del CNI. El centro de gravedad del mundo se moverá unos cuantos grados hacia el Lejano Oriente. Aunque América del Norte, Japón y Europa en su conjunto continuarán dominando las instituciones políticas y financieras internacionales, la globalización tendrá características cada vez menos occidentales y cada vez más orientales. Para el año 2020, es probable que la opinión pública mundial asocie el fenómeno de la globalización con el ascenso de Asia, en lugar de con la “americanización”, pronostica el centro de estudios a largo plazo de la CIA.
Parlamento chino |
El crecimiento chino no sólo creó una nueva clase media, sino una nueva clase de “superricos", que logró su legitimación definitiva en 2004 cuando el Parlamento chino enmendó la Constitución para establecer que “la propiedad privada y legítima de los ciudadanos es inviolable”, y que “el Estado, de conformidad con las leyes vigentes, debe proteger los derechos de la propiedad privada de los ciudadanos”.
La salud y la educación superior, que uno cree deberían ser
gratuitas en un sistema comunista, han sido aranceladas en la China de hoy. Los estudiantes universitarios, excepto los pocos que reciben becas, deben pagar por cursar sus estudios, y cifras que no tienen nada de simbólico. Un 45 por ciento de la población urbana del país y un 80 por ciento de la población rural no tienen ningún tipo de seguro médico, admitió recientemente el viceministro de Salud Gao Qiang. “La mayoría de ellos pagan sus cuentas médicas propias”, dijo el viceministro, según la agencia oficial de noticias Xinhua. Como resultado de la falta de cobertura médica “un 48,9 por ciento de la población china no puede darse el lujo de ver a un médico cuando se enferma, y un 29,6 por ciento no es hospitalizada cuando debiera”. La China comunista de hoy es un capitalismo de Estado, un régimen autoritario cuyo principal objetivo económico es mejorar la competitividad a cualquier costo, que no admite reclamos salariales y puede despedir sin problema a millones de personas de empresas estatales ineficientes. Y, por ahora, el modelo parece darles resultado a los chinos. Las empresas internacionales están invirtiendo allí más que en ningún lado del mundo, y, aunque la brecha entre los chinos ricos y los pobres está creciendo a pasos gigantes, el progreso está llegando a todos los habitantes de las grandes ciudades de la costa este del país, aunque mucho menos a los 800 millones de campesinos que viven en el interior. Así y todo, el ingreso per cápita está creciendo todos los años, el régimen ha logrado sacar de la pobreza a 250 millones de personas en los últimos veinte años, y todo parece indicar que rescatará de la pobreza a otros cientos de millones de personas en la próxima década.
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