lunes, 11 de diciembre de 2017

Con el rostro se puede mentir; mentir con el andar es mucho más difícil.


Uno puede parecerse a otro, sentirse muy cercano a otro, pero nunca los dos son lo mismo. No hay nunca dos hombres que levanten la mano exactamente de la misma manera, que caminen de la misma manera, que muevan la cabeza de la misma manera. Por este motivo, cuenta  el psicólogo social y filósofo humanista de origen judío alemán Erich Fromm, podemos reconocer muchas veces a un hombre con sólo verlo caminar, aunque no le veamos la cara. El modo de andar es tan característico de un hombre como su rostro, y en ocasiones aun más: en efecto, el rostro puede cambiarlo, pero eso es mucho más difícil en el caso de la marcha. Con el rostro se puede mentir, ésa es la peculiaridad del hombre, que le da ventaja sobre el animal. Mentir con el andar es mucho más difícil, aunque también eso se puede aprender.

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