domingo, 3 de abril de 2016

La coincidencia es la manera que tiene Dios de permanecer anónimo.


Un amigo me envía las siguientes lineas del libro “El jilguero” de Donna Tartt:

Nunca he trazado una línea tan firme entre el «bien» y el «mal». Para mí esa línea a menudo es falsa. Nunca están tan desconectados el uno del otro. No pueden existir por su cuenta. Mientras actúe guiado por el amor creo que estoy haciéndolo lo mejor que sé. 

En cambio tú, envuelto en tus juicios, lamentando siempre el pasado, maldiciéndote a ti mismo, culpándote y preguntándote «¿Qué habría pasado si…?». «La vida es cruel». «Ojalá hubiera muerto yo en su lugar». Bueno, pues pregúntate esto: ¿y si todas las acciones y decisiones, buenas o malas, le traen sin cuidado a Dios? ¿Y si el patrón está predeterminado? No, no, espera, es una pregunta que vale la pena plantearse. ¿Y si son nuestros errores y nuestra maldad los que marcan el destino y nos conducen a lo bueno? ¿Y si para alguno de nosotros no es posible llegar de ningún otro modo?

Porque si tú no hubieras cogido el cuadro del museo, y Sascha no lo hubiera vuelto a robar, y a mí no se me hubiera ocurrido pedir la recompensa, ¿no seguirían todos esos otros cuadros también desaparecidos, quizá para siempre? ¿Envueltos en papel marrón y encerrados aún en ese apartamento, sin que nadie los viera? ¿Solos y perdidos para el resto del mundo? Quizá tenía que perderse ese para que los demás fueran encontrados.


¿Quién dijo que la coincidencia es la manera que tiene Dios de permanecer anónimo?


No hay comentarios:

Publicar un comentario