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Fusilamiento del Sagrado Corazón en el Cerro de los Angeles |
El otro día apareció en la televisión el representante de uno de esos grupos que se denominan “laicos”. Opinaba este representante sobre el hecho de que la mayoría de los sacerdotes y religiosos de la Iglesia se pasaran al bando de los llamados “nacionales” a partir fundamentalmente de 1.936,y lo consideraba como de máxima traición.
Este representante lo que no contó es que en el llamado bando republicano la condición de sacerdote bastó para ser condenado a muerte y que la impunidad con que actuaron los agresores fue absoluta. La respuesta de los sacerdotes y religiosos fueron de conformidad con el destino, de júbilo espiritual porque el martirio les deparaba la salvación eterna, y de manifestaciones de perdón hacia los milicianos.
Las víctimas afrontaban con dignidad la muerte inesperada. “No lloréis, ya nos veremos en el cielo”, era una despedida habitual que los detenidos dirigían a sus familiares o amigos.

La acusación de fariseísmo con la que a menudo se atacaba a la Iglesia, para poner en evidencia que nadaba en la abundancia cuando el pueblo vivía en la miseria, parece que debería haber ahorrado la muerte a los curas rurales que, en algunos casos, sobre todo después de que la nueva Constitución republicana les hubiera suprimido la paga, no tenían ni para vivir.
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