A lo largo de la historia nos encontramos que existen hombres que cuando gozan de poder o prosperidad, sin que haya nada que en ese momento les haga daño o cause temor, no se acuerdan de Dios e incluso están dispuestos a desafiarlo.
Pero en medio del peligro, privado de toda ayuda humana, cuando ve la tumba abierta ante el, entonces, en el momento de la tribulación, el hombre sarcástico y descreído se vuelve a Dios para pedirle auxilio, pues siente que no hay esperanza, amparo o abrigo más allá de Su Brazo protector.
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