Esta es una extraña escena escrita (o hablada) al más auténtico estilo beethoveniano, y en donde aparecen dos grandes artistas en actitudes inesperadas, Goethe y Beethoven.
Goethe tiene aquí lágrimas en los ojos y Beethoven le sermonea rudamente acerca de su sentimentalismo.
“Acabó de tocar, escribe Bettina amiga de ambos,cuando vio a Goethe, que parecía profundamente conmovido, dijo: “¡Ah, caballero, no esperaba eso de vos…! Hace tiempo, di en Berlín un concierto; había trabajado, creyendo hacer algo bueno; esperaba un éxito. Pero, después de haber prodigado todo mi talento, ni el más leve signo de aprobación… En verdad, era demasiado penoso. No comprendía… Mas pronto tuve la clave del enigma: todo el público de Berlín estaba fein gebildet (delicadamente cultivado), y a guisa de agradecimiento me saludaba con unos pañuelos húmedos de emoción. Vi que tenía que entendérmelas con un auditorio romántico y no artístico… pero de vos, Goethe, no acepto eso. Cuando vuestras poesías penetran en mi cerebro, siento el orgullo de querer lanzarme a la misma altura que vos. Sin duda no he podido… De otro modo, el entusiasmo se hubiera expresado (en vos) de manera diferente. Sin embargo, debéis saber cuánto bien nos hace el ser aplaudidos por manos entendidas. Si vos no me reconocéis, si vos no me estimáis como vuestro igual, ¿quién podrá hacerlo? ¿Tendrá que comprenderme un mendigo?”. ¡Primera lección para Goethe! ¿Quién le había hablado antes en este tono…? Bettina describe el embarazo de Goethe: “Porque comprendía que Beethoven tenía razón”.
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