Acedia es sinónimo de pereza. Es la indolencia de la mente que el diccionario define como falta de ganas de moverse, de voluntad para trabajar, de ánimo o de impulso. Es lo que los benedictinos llaman demonio del mediodía, el espíritu del aletargamiento que ha tentado a tantos monjes a pasar las horas sin hacer nada en lugar de dedicarse a la labor espiritual.
Neurólogo Marcus Raichle |
Hoy podría pasar por trastorno por déficit de atención, tendencia a la distractibilidad, poco azúcar en sangre o cualquier otra etiqueta que elijamos para esta molesta y persistente incapacidad de centrarnos en lo que debemos hacer. Con independencia de que la consideremos un pecado, una tentación, un hábito mental o una enfermedad, la cuestión es la misma: ¿por qué cuesta tanto prestar atención? No es necesariamente por culpa nuestra. Como descubrió el neurólogo Marcus Raichle, la mente está hecha para vagar.
Vagar es su estado natural. Siempre que los pensamientos se suspenden entre actividades concretas dirigidas a objetivos, el cerebro vuelve a un estado de reposo, aunque no debemos dejar que esta palabra nos engañe, porque el cerebro no reposa nunca. Al contrario, mantiene una actividad tónica en lo que hoy recibe el nombre de “red del modo por defecto” o RMD, que se extiende por la corteza cingulada posterior, los precuneos adyacentes y la corteza prefrontal medial. Esta activación de línea base indica que el cerebro reúne información constantemente tanto del mundo exterior como de los estados internos y, más aún, que supervisa toda esta información en busca de indicios de algo digno de atención. Y si bien este estado de alerta podría ser útil desde el punto de vista de la evolución porque nos permite detectar posibles depredadores, pensar en abstracto y planificar, también significa algo más: que la mente está hecha para vagar, que su estado natural es ese, que cualquier otra cosa exige un acto de voluntad.
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