Según Emmanuel Saez, profesor de Economía en Berkeley, la crisis de 2008 provocó una caída del 36,3 por ciento en las rentas de ese 1 por ciento frente a una caída del 11,6 por ciento para el 99 por ciento restante. Steven Kaplan, de la Universidad de Chicago, ha calculado que la proporción de rentas correspondiente al 1 por ciento más rico pasó de su máximo del 23,5 por ciento de las rentas totales en 2007 al 17,6 por ciento en 2009, y siguió cayendo en los años posteriores, según demuestran los datos de Saez. Y tal como Robert Frank escribió en The Wall Street Journal, “los que ganan más dinero también son los que sufren las caídas más fuertes. El número de estadounidenses que ganaron 1 millón de dólares o más se redujo un 40 por ciento entre 2007 y 2009 para quedarse en 236.883, y el conjunto de sus ingresos cayó casi un 50 por ciento, mucho más que la reducción de las rentas totales de quienes ganan cincuenta mil dólares o menos, inferior al 2 por ciento, según las cifras de Hacienda”. Todo esto no quiere decir, por supuesto, que la concentración de rentas y riqueza en muchas democracias avanzadas, y en especial en Estados Unidos, no haya aumentado de forma espectacular. El crecimiento de las desigualdades ha sido brutal. Pero ese hecho no debe impedirnos ver que la crisis económica también ha alcanzado a algunas personas y familias ricas que, como consecuencia, han experimentado un declive considerable de su fortuna y su poder económico.
En 1992, el consejero delegado de una empresa de las quinientas más grandes según la revista Fortune tenía un 36 por ciento de probabilidades de conservar su puesto durante cinco años; en 1998, esa probabilidad había bajado el 25 por ciento. En 2005, la permanencia media de un consejero delegado estadounidense había descendido de diez a seis años. Y es una tendencia mundial. En 2012, el 15 por ciento de los consejeros delegados de las dos mil quinientas mayores empresas con cotización en bolsa de todo el mundo dejaron sus puestos. Hasta en Japón, famoso por su relativa estabilidad corporativa, la sucesión forzosa de los directivos de las grandes empresas se cuadruplicó en 2008. Lo mismo sucede con las empresas. En 1980, una compañía estadounidense que estuviera entre el 5 por ciento de las mejores de su sector no tenía más que un 10 por ciento de riesgo de perder esa posición en un plazo de cinco años. Veinte años después, la probabilidad había ascendido al 25 por ciento.
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