Yuval Noah Harari, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, piensa que las IA pueden salirse de control y asumir el poder sobre los hombres a través de la palabra. La inteligencia artificial no necesitaría caminar por las calles (en forma de humanoides al estilo Robocop), tampoco necesitaría conectarse al cerebro a través de la tecnología para controlarlo (como la ficción que Matrix sugiere), sino simplemente inundar el mundo humano con su propia manera de organizar el discurso.Claro,se comprenderá que ese discurso es programado y que bebe del modo como la información está categorizada en la web.
De esta forma, el hombre empezaría a vivir en la narrativa de las máquinas. Según Harari, “será el fin de la historia hecha por los hombres y el inicio de la historia artificial”. Una historia que se convertirá en la realidad de los humanos y, en esa medida, en su prisión ilusoria. La analogía con la caverna de Platón es inevitable. Los seres humanos podrían llegar a vivir en la ilusión que la IA “cree” para los humanos. Harari piensa que es ese precisamente el poder que le estamos otorgando y se pregunta si es realmente lo que queremos. Y dado que la máquina no tiene verdadera conciencia, esto significa que en la práctica le damos un grado de control tremendo a ciertas personas que definirán la programación, o que la financian.
Alguno podrá pensar que esta es una posición exagerada. Pero, es claro que eso es precisamente lo que se está haciendo, al darles la potestad de resolver problemas por nosotros (para ahorrarnos la dificultad de pensar), de dejarles escribir por nosotros, de dejarles hacer “arte” por nosotros… El caso bien se puede retratar con algunos perfiles creados para Instagram con IA y que miles de personas han seguido sin siquiera notar que se trataba de una entidad no humana. Ya algunos algoritmos ejercen influencia sobre muchos jóvenes y adultos. Pensemos, por ejemplo, en que los algoritmos de las redes sociales nos muestran lo que “nos conviene”. Es decir, a partir de nuestras interacciones con la red, escogen y presentan información que “nos interesa”. Esto nos mantiene enganchados a cierto tipo de información y va como formando nuestro contexto más próximo de interacción. Fomenta, además, la formación de pensamientos políticos radicalizados y desconectados muchas veces de la realidad diaria de la mayoría de las personas.
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