Puede suceder que, aun habiendo puesto buena voluntad, la exposición de la verdad produzca heridas, y que la persona se sienta tentada a transigir; pero hacerlo sería caer precisamente en la intolerancia “más necia y perjudicial, la de impedir que la verdad sea proclamada”, manifestaba Josemaría Escrivá. Ciertamente, en algunos casos, por caridad, se debe guardar silencio, pero jamás “por desidia, por comodidad o por cobardía”. De otra parte es una experiencia universal que en muchos ámbitos de la realidad pueden presentarse nuevos datos. En tales casos, la misma fidelidad a la verdad lleva a rectificar. Decía Escrivá de Balaguer que “es virtud mantenerse coherente con las propias resoluciones. Pero, si con el tiempo cambian los datos, es también un deber de coherencia rectificar el planteamiento y la solución del problema”.
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