Desde el momento en que una criatura conoce a Dios como Dios y a sí mismo como “yo”, se le abre la terrible alternativa de elegir como centro a Dios o al “yo”….. La fuerza que nos aleja de Él, “el regreso al hogar, al “yo” habitual”, debe ser, a mi juicio, un producto de la caída. No sabemos exactamente lo que sucedió cuando cayó el hombre.
La mera existencia de un “yo”, el simple hecho de llamarle “yo” incluye desde el principio el peligro de idolatrase a sí mismo. Si yo soy yo, vivir para Dios, en vez de para mí mismo, exige un acto de autorrenuncia, por pequeño y fácil que sea. Este es, si se quiere, el “punto débil” de la naturaleza auténtica de la creación, el riesgo que, al parecer, Dios consideraba que valía la pena correr.
Referencia:El problema del dolor de C. S. Lewis.
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