Los inquisidores de la Inquisición española respetaron en gran parte sus propias reglas, contando, claro está, que éstas desfavorecían al acusado. No persiguieron por clase o raza, sino individualmente. No se molestó a la mayoría de los conversos. La mayoría de los detenidos no fueron torturados, y aunque la tortura era práctica normal en el procedimiento judicial de todos los países, en esa época, los tipos de tortura empleados por el Santo Oficio eran suaves y limitados, en comparación con otros al uso. Algunos de los acusados resistieron la prueba de la tortura. A casi todos los acusados se les permitía nombrar abogados y una minoría considerable pudo defenderse con éxito.Respecto a la censura, el índice de libros prohibidos por la Inquisición era más restringido que el índice papal en Roma. A menudo, el índice español no suprimía enteramente un libro, sino que publicaba listas de frases que debían borrarse o corregirse. No asfixió ni nuevos conocimientos ni reformas en sí mismos, pues el período de mayor liberalismo en el catolicismo español tradicional y el de mayor desarrollo de los conocimientos fue el siglo que siguió al establecimiento de la Inquisición.
Referencia: El catolicismo español de Stanley G. Payne.
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