Si se establecen excepciones o se jerarquiza el valor de la vida humana, de modo que unas valgan más que otras, es muy corto el paso que falta para justificar un genocidio, dice Alberto de Lucas, profesor de la Universidad de Navarra.
La vida de los negros importa, la vida de los ancianos (o de los mayores de X) importa, la vida de las mujeres importa, la vida de los homosexuales importa, la vida de los inmigrantes importa, la vida de los niños, nacidos o no, importa, la vida de los enfermos importa, la vida de los que padecen algún síndrome, peculiaridad o enfermedad importa. Importa cualquier vida humana e importan todas por igual. Todas ellas tienen el derecho de existir, dice de Lucas, tenemos el deber de conservarlas y de evitar cualquier tipo de violencia contra ellas, el deber de protegerlas. Esta debería ser la base de cualquier legislación (o ejecución, incluso excepcional, de la ley). Si esto no se tiene muy claro, el resto de la legislación carece de los cimientos fundamentales. Si se establecen excepciones o se jerarquiza el valor de la vida humana, de modo que unas valgan más que otras, es muy corto el paso que falta para justificar un genocidio. Si se establece que determinados beneficios personales, comunitarios, sociales, económicos, sanitarios, o de cualquier índole están por encima de la vida de un solo individuo, cualquier vida acaba siendo prescindible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario