La moderna ciencia genética ha revelado que los seres humanos son extraordinariamente iguales. En lo que se refiere a nuestro ADN, somos una sola especie, cuyos orígenes se remontan al África de entre cien mil y doscientos mil años, que empezó a propagarse a otros continentes solo en una fecha relativamente reciente, hace sesenta mil años. Las diferencias que asociamos a las identidades raciales son de carácter superficial. La pigmentación (que es más oscura en los melanocitos de aquellos pueblos cuyos ancestros vivían más cerca del ecuador), la fisonomía (que hace los ojos más estrechos y la nariz más corta en el extremo oriental de la gran masa continental eurasiática), o el tipo de cabello. Pero bajo la piel todos somos similares, lo que refleja nuestro origen común. Ciertamente, la dispersión geográfica causó que los humanos formaran grupos que se hicieron físicamente distintos unos de otros con el tiempo. Eso explica por qué los chinos tienen un aspecto tan diferente, pongamos por caso, de los escoceses, manifiesta el profesor e historiador británico Niall Ferguson.
Todas las secuencias del ADN mitocondrial humano que existen actualmente descienden de las de una mujer africana, del mismo modo que todos los cromosomas Y tienen su origen en los de un mismo hombre. De hecho, se ha calculado que todo el ADN humano que hoy existe se ha originado a partir de solo 86.000 individuos.
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