Eddie Roux |
“No fue sino hasta mi último año de escuela que se me ocurrió que esa gente negra, esas masas sin voto, de alguna manera estaban interesadas en el socialismo que yo profesaba, o que jugaban un papel en la gran revolución social que en esos días parecía inminente». Los “trabajadores” que estaban destinados a heredar el nuevo mundo eran los carpinteros y albañiles, los obreros de las vías y los mineros blancos que estaban organizados en sindicatos y votaban por el Partido Laboral. No hubiera pensado en hablar sobre política con un joven nativo sino en invitarlo a casa a jugar conmigo o a comer, o en pedirle que se uniera al Carnarvon Football Club. El africano estaba en un nivel distinto, escasamente humano, como una parte del paisaje al igual que los perros, los árboles y, más remotamente, las vacas. No sentía nada especial por él, ni interés, ni odio, ni cariño. Simplemente no hacía parte de mi cuadro social. Había aceptado completamente las actitudes tradicionales del momento”. Este autoanálisis de Eddie Roux, el político rebelde afrikáner y científico, permanece como una verdad invariable para la mayoría de afrikáners.
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