Cuando se mecanizó la industria textil, la tela pudo producirse en tales cantidades y tan baratamente que un porcentaje mucho mayor de la raza humana pudo vestir decentemente. Como las telas y las crecientes cantidades de otros artículos de consumo producidos por las fábricas en expansión tenían que ser vendidas a gentes comunes, escribe Asimov, éstas empezaron a ser consideradas clientes, y como clientes resultaban más valiosas que como labradores o lacayos, de modo que obligatoriamente se avanzó en la dirección de la democracia.
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