La posibilidad de que la política se convierta en nuestro único árbitro no deja de resultar aterradora. Dice Richard M. Weaver que nadie en su sano juicio puede pensar que hemos resuelto el problema de poner el mando político en manos de personas sensatas.¿Cómo admirar o siquiera confiar en hombres que no pasan de exhibir el común denominador de la humanidad?
El carácter del hombre se manifiesta en su manera de construir y organizar su casa, no es el resultado de su complicidad con los planes constructivos del Estado, ni mucho menos de su aceptación de un sistema comunista que busca anular esa capacidad, escribe Weaver.
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