Cuenta el profesor Tony Judt que mientras que en octubre de 1962 al presidente Kennedy y sus asesores les preocupaba que los misiles cubanos de Nikita Jruschov fueran una maniobra de diversión para un ataque a Berlín, los líderes soviéticos (que estaban irritados con sus clientes de Alemania Oriental y no se interesaban mucho por Berlín excepto como baza diplomática) soñaban con un frente revolucionario en América Latina. “Durante un cuarto de siglo el KGB, a diferencia de la CIA, creía que el Tercer Mundo era el escenario en el que podría ganar la Guerra Fría”. Buscando obtener influencia local en el continente africano, Moscú impulsó allí una gran proliferación de armamento desde el comienzo de los años setenta hasta la perestroika. Son precisamente los países africanos más corrompidos por las guerras a través de terceros de los últimos años de la Guerra Fría los que se convertirían en estados fallidos en nuestro tiempo, una de tantas formas en que las épocas de la Guerra Fría y la Posguerra Fría están íntimamente unidas.
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