Carlos I de España |
No todos los que servían en el ejercito de Flandes eran pobres. En una ocasión el emperador Carlos I realzó la dignidad de la profesión militar empuñando él mismo una pica y marchando con sus hombres; en otra ocasión, en la década de 1590, encontramos a los duques de Osuna y de Pastrana, descendientes de las casas más ilustres de España, y al príncipe de Asculi, sirviendo todos como simples soldados del Ejército de Flandes. Naturalmente, estos voluntarios, en especial los nobles, buscaban la oportunidad de conseguir un puesto de mando, pero primero recibían un admirable aprendizaje y, además, su presencia entre las filas de los soldados contribuía a mantener la moral y a reducir la insubordinación. De este modo reunieron los Habsburgo españoles unos ejércitos perfectamente capacitados para la victoria sin tener que recurrir a ningún tipo de coacción.
Cuenta el historiador Geoffrey Parker que “no hubo ningún error en la organización militar de España desde un punto de vista técnico, el ejército multinacional siguió siendo característico de los Habsburgo. Movilizado con la ayuda de carteles de reclutamiento en no menos de cincuenta idiomas, continuó combatiendo hasta después del hundimiento del imperio que defendía”.
Dice Parker que el reclutamiento directo “para el Ejército de Flandes no comenzó hasta la paz anglo-española de 1604. Casi inmediatamente un regimiento entero fue reclutado en Inglaterra por Thomas, lord Arundel, y otro en Irlanda por Henry O’Neill. Este repentino éxodo alarmó a la Inglaterra protestante. En mayo de 1606 el Parlamento declaró culpables de felonía a los ingleses que sirviesen a un príncipe extranjero, a no ser que antes prestaran juramento de adhesión a Jaime I y ofrecieran garantías de no reconciliarse con la Iglesia de Roma”.
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