sábado, 22 de febrero de 2020

El africano se siente ligado con sus allegados por una comunión espiritual



Durante miles y miles de años, África anduvo a pie. La gente no tenía noción de la rueda, ni tan siquiera conseguía hacerse a tal idea. Hombres y mujeres iban a pie, se desplazaban caminando y todo lo que tenían que llevar lo llevaban en la espalda, en los brazos y, las más de las veces, sobre las cabezas. ¿Que de dónde han salido los barcos que se ven en los lagos, en el interior del continente? Del océano. Los desmontaban en los puertos marítimos, transportaban las piezas sobre las cabezas y las montaban en las orillas de los lagos. Se han transportado al interior de África, por piezas, ciudades, fábricas, maquinaria para minas, plantas eléctricas y hospitales. Toda la civilización técnica del siglo XIX fue llevada al interior de África sobre las cabezas de sus habitantes. Los del África del Norte, incluso los del Sáhara, tuvieron mejor suerte, podían usar animales de carga, como los camellos. Pero ni el camello ni el caballo consiguieron adaptarse al África subsahariana; morían diezmados por la mosca tse-tse y también a causa de otras enfermedades mortales del trópico húmedo, escribe Ryszard Kapuściński en su libro Ebano.



Añade Kapuściński que la población de África no era sino una gigantesca y enmarañada red que, cubriendo todo el continente y hallándose en constante movimiento, fluía y se entrelazaba, se concentraba en un lugar y se dispersaba en otro. Una tela multicolor. Un tapiz abigarrado. Esta forzada movilidad de su población ha hecho que en el interior de África no haya ciudades antiguas, tan antiguas, como las de Europa o de Oriente Medio, que se hayan conservado hasta hoy. Otra situación parecida,una vez más a diferencia de Europa y de Asia, un gran número de comunidades (algunos dicen que todas) ocupa territorios en que no había vivido antes. Todos han llegado de otros lares, todos son inmigrantes. África constituye su mundo común, pero dentro de sus fronteras, ellos se han desplazado, la han pateado durante siglos. De ahí el impactante rasgo de esta civilización, su provisionalidad, su carácter de algo accidental, su falta de continuidad material. La choza levantada tan sólo ayer hoy ya no existe. El campo cultivado hace tan sólo tres meses hoy es tierra baldía. La continuidad que sí goza aquí de buena salud y cimenta diferentes comunidades es la de las tradiciones y ritos tribales y el profundo culto a los antepasados. De ahí que, más que una comunión material o territorial, el africano se siente ligado con sus allegados por una comunión espiritual.

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