Heidegger |
El filósofo griego Jenófanes ( 570 a.C- 466 a.C) advierte que “los dioses no revelaron todas las cosas desde el principio, sino que a través de las investigaciones llegan los mortales a descubrirlas”. La divinidad hace conocedor al hombre de determinadas verdades, como ocurre cuando la diosa Diké, la diosa-verdad, en cuanto, como dice Heidegger, la verdad misma es la diosa, revela a Parménides, filósofo griego que nació hacia el año 530 a.C., determinadas sapiencias o las musas anticipan al narrador aspectos verdaderos, pero no lo hace sabedor del todo, no ponen en su poder el conocimiento de la totalidad de los problemas, interrogantes y misterios que pueblan la tierra y los cielos. Hace algo mucho mejor y enaltecedor de lo humano, pone en posesión del hombre un instrumento, mágico y extraordinario donde los haya, el pensamiento, la inteligencia, la conciencia reflexiva.
El hombre, dotado de un mecanismo reflexivo |
El hombre, dotado de un mecanismo reflexivo que le permite alcanzar el desvelamiento de lo que ab origine le está oculto e ir dominando intelectualmente un poderoso mundo que, desde el punto de vista material, es infinitamente superior a la leve e insignificante criatura humana. Alguien que no haya iniciado el proceso de búsqueda, hablar de que el mismo no ha encontrado lo que no perseguía constituye un potente contrasentido, ya que malamente se puede hallar lo no buscado. Encontrar, alcanzar, hallar o conseguir algo supone una predisposición hacia ello, un movimiento tendencial en pos de aquello que puede acabar apareciendo.
Dice Angel Cristóbal Montes que quien de sopetón se tropieza, no con lo que no esperaba sino con lo que no estaba buscando, probablemente ni se dé cuenta exacta de lo que está pasando, e, incluso, aunque se percate de que algo extraordinario o excepcional ha sucedido, no alcanzará a reconocerlo, porque su mente no se hallará en la onda de lo que acaba de ocurrir.
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