La cruel conducta de algunos narcisistas, como por ejemplo ciertos altos ejecutivos, que son implacables con sus empleados y los someten a una política de terror basaba en la indiferencia por la sensibilidad humana y en los despidos indiscriminados, dejando al margen los sentimientos de la gente. Por supuesto, son igual de duros consigo mismos; su meta de alcanzar el poder y el éxito les exige idéntico sacrificio de su propia sensibilidad y sentimientos. Estos ejecutivos se consideran generales de su propia guerra, y la victoria está representada por el éxito en los negocios. Con tal imagen de sí mismos, el ansia de ganar sólo puede llevarles a tratar a sus empleados como soldados de usar y tirar.
Los ejecutivos que explotan a sus empleados y los artistas del timo que estafan a los ancianos pensionistas operan bajo los mismos principios. Ambos son incapaces de ver a los demás como personas reales, a sus ojos son sólo objetos que ellos pueden usar, cuenta Alexander Lowen. Y añade, los estafadores no consideran a los ancianos pensionistas como seres humanos, porque ni siguieran se
ven a sí mismos como tales. Viven de su ingenio, y se identifican con su capacidad de tomarle el pelo a la gente. Mentir o engañar no tiene importancia si el objetivo es ganar o mantener una imagen de superioridad basada en su habilidad para aplastar a los demás.
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