Felipe II y María Tudor. |
La católica María Tudor había conseguido la vuelta del reino inglés a la fe católica. Naturalmente los primeros pasos había que darlos con tiento, y uno de los temas más conflictivos era el de los bienes eclesiásticos, repartidos por Enrique VIII. Julio III había adoptado el sabio acuerdo de no urgir su devolución, pero Pablo IV entró en el tema como un elefante en una cacharrería, declaró que era urgente la devolución de los bienes so pena de condenación eterna. Mandó recolectar el dinero de san Pedro, combatió apasionadamente a Felipe II, marido de María Tudor, y despojó de su dignidad al legado cardenal Pole, a quien odiaba y a quien persiguió. Es decir, hizo todo lo que pudo para impedir la conciliación de Inglaterra con Roma. En este papa se comprobó la veracidad del juicio de que, con frecuencia, son más nefastos los necios que los pecadores.
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