El historiador ruso Moshe Lewin cuenta que la insaciable sed de Stalin por el control total de su mundo le llevo a aprovecharse del poder de la ficción en las novelas, las obras de teatro y las películas, para introducirse en la mente y en el alma de sus súbditos, en su sistema emocional. Era consciente, y lo envidiaba, del poder de un escritor que, por sí solo, podía hacer suyos los pensamientos y las emociones de millones de personas de un modo más eficaz que toda la agitprop* del mundo. Para él, el arte era una herramienta que le podía rendir un gran servicio, siempre y cuando se formara a los creadores y su trabajo fuera revisado personalmente, una situación en la que Stalin ejercería, en cierto sentido, de editor y asesor o discutiría con los autores la conducta de sus protagonistas.
*Agitprop es una estrategia política, generalmente de tendencia comunista, difundida a través del arte o la literatura, usando como métodos la agitación y la propaganda para influir sobre la opinión pública y de este modo obtener créditos políticos.
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