martes, 13 de agosto de 2019

La nueva censura


El periodista y escritor Juan Soto Ivars dice que algunos editores censuran con mucha mayor severidad que los funcionarios. Según Baltasar Porcel, “hay muchos tipos de censura. Está la censura que te impone el régimen y está la censura que te imponen las publicaciones, que han tenido más miedo del que debían haber tenido”. La censura por miedo del empresario es muy interesante porque llega directamente hasta nuestros días; por ejemplo, cuando el Grupo RBA dictaminó que no se podía publicar una portada del semanario satírico El Jueves sobre la abdicación del rey, por miedo a represalias jurídicas de la Casa Real. La cobardía empresarial será una de las señas de identidad que se mantengan intactas en la poscensura contemporánea.



Cuando The New York Times publicó una serie de noticias acerca de la familia de Emilio Botín, antiguo presidente del Banco Santander, que aparecía en la lista de evasores, ninguno de los diarios en papel se hizo eco de la información más que en páginas interiores y de manera recóndita. Apunta Rius que “unos meses antes, el 28 de enero de 2015, los siete diarios españoles de mayor tirada aparecieron en el quiosco encartados en un anuncio del banco Santander”. Esto significa que el censor había estampado su firma sin pudor. En este sentido, Rius se pregunta dónde estaban los periodistas económicos mientras se producía la debacle de los bancos y cajas de ahorro y el colapso del sector inmobiliario. Un repaso a la lista de los mayores anunciantes en la prensa escrita de los años previos al crac de 2007-2008 da la respuesta. Las cotas de manipulación de la prensa privada son llamativas, dice Soto Ivars, que la profesión pierde la credibilidad que se había ganado durante las dos primeras décadas de la democracia. La mano del anunciante ni siquiera se molesta en disimular. David Torres, columnista en Público y El Mundo, comenta que le suprimieron una alusión a Bayer en un artículo sobre el nazismo, porque la farmacéutica era un anunciante de la casa. Anécdotas como esta son habituales y han llevado a una parte considerable de la ciudadanía a percibir a los periodistas como mayordomos de las empresas y los partidos políticos en lugar de como un contrapoder.

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