Los principios filosóficos de Santo Tomas son los de Aristóteles, los de un hombre para el que no existían ni la revelación cristiana, ni la revelación judía. “Si el tomismo completó, depuro al aristotelismo, nunca lo hizo apelando a la fe, sino deduciendo más correctamente o más completamente de cuanto lo hizo Aristóteles las consecuencias implicadas en sus propios principios. Mientras nos mantenemos en el plano de la especulación filosófica, dice Etienne Gilson, el tomismo no es más que un aristotelismo racionalmente corregido y juiciosamente completado; pero Santo Tomás no tenía porque bautizar a Aristóteles para hacerlo verdadero, como no hubiera tenido que bautizar a Aristóteles para entenderse con él. Las conversaciones filosóficas se mantienen de hombre a hombre, no de hombre a cristiano”.
“En un cristiano,añade Gilson,la razón es esencialmente distinta de la fe, y la filosofía de la religión…. No hay razón cristiana, pero puede haber un ejercicio cristiano de la razón….Podríamos preguntarnos por qué actualmente tantos filósofos creen encontrar en el cristianismo una respuesta a los problemas filosóficos más satisfactoria que las de la misma filosofía”.
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