lunes, 18 de octubre de 2021

Cataluña, la creación de una profunda fractura social y política

El estudio “Evolución y legados de la aventura secesionista en Cataluña” publicado por Policy Network, y realizado por  Josep M. Oller, Albert Satorra y Adolf Tobeña, manifiesta que la consecuencia principal de la campaña secesionista catalana ha sido la creación de una profunda fractura social y política entre dos grandes segmentos de la ciudadanía catalana, secesionistas y unionistas, que no existía antes de la eclosión de las aspiraciones de segregación de España. La ausencia de una mayoría social clara detrás del vigoroso y perseverante empuje secesionista, abrió aprensiones y fricciones desconocidas hasta entonces. Vecinos, colegas, conocidos e incluso amigos y familiares que habían compartido sentimientos de vinculación con Cataluña y España, como parte de sus afectos y valores, están ahora divididos en el tema de la secesión y deben convivir y relacionarse en medio de una tensión no resuelta.


El secesionismo catalán sobresalió, inicialmente, mostrándose como un movimiento inclusivo y pacífico que quería alcanzar sus aspiraciones mediante unos procedimientos democráticos exquisitos. La enconada lucha política entre la rigidez de los poderes centrales y una administración regional más imaginativa y maniobrera contribuyó también a difundir esa visión entre muchos observadores foráneos. Eso cambió, drásticamente, cuando el poder autonómico anunció, a principios del verano de 2017, que pretendía convocar un referéndum vinculante sobre la secesión a pesar de las reiteradas advertencias del Tribunal Constitucional sobre su ilegalidad y la vulneración del Estatuto de Autonomía. Un referéndum que serviría para promulgar y sancionar una segregación inmediata de España en caso de victoria. Esos pasos pregonados se siguieron hasta el final, pero con ello se logró despertar la reacción de la ciudadanía unionista (alrededor de tres millones, de un censo de 5,5 millones, en una población total de más 7 millones en la región). Los unionistas catalanes se habían mantenido mayoritariamente silenciosos y expectantes a lo largo de la campaña secesionista, pero durante las semanas anteriores a la “declaración de independencia” (27 de octubre de 2017), emergió el activismo unionista en medio de tensiones sociales crecientes en todos los escenarios.



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