Decía Juan Pablo II en Evangelium Vitae que “se llega al colmo del arbitrio y de la injusticia cuando algunos, médicos o legisladores, se arrogan el poder de decidir sobre quién debe vivir o morir. Así, se presenta de nuevo la tentación del Edén: ser como Dios, conocedores del bien y del mal. Sin embargo, sólo Dios tiene el poder sobre el morir y el vivir: “Yo doy la muerte y doy la vida”.
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