Juan Pablo II escribe en la encíclica Evangelium Vitae que el hombre y la mujer unidos en matrimonio son asociados a una obra divina y mediante el acto de la procreación, se acoge el don de Dios y se abre al futuro una nueva vida. En la paternidad y maternidad humanas Dios mismo está presente de un modo diverso de como lo está en cualquier otra generación sobre la tierra. En efecto, solamente de Dios puede provenir aquel a imagen y semejanza, propia del ser humano, como sucedió en la creación. La generación es, por consiguiente, la continuación de la creación .
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