La historia humana, tanto en la intimidad personal como en la gran confrontación colectiva y universal, ha de interpretarse como combate perpetuo entre el poder de la luz y el poder de las tinieblas; la Iglesia de Cristo y las Puertas del Infierno. El Príncipe de las Tinieblas,y de este mundo, actúa pues como enemigo individual y colectivo de los hombres instigándoles al mal. Pero al empujarles al pecado y a la muerte choca inevitablemente con Cristo.
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