“El independentismo ha detectado en la monarquía el flanco más vulnerable de la democracia”, señala Xavier Arbós Marín, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. “En la medida en que uno de sus argumentos para justificar la secesión es la baja calidad democrática del Estado español, la monarquía es un blanco lógico. Y más aún Juan Carlos I, por su reprobable comportamiento. De paso, se erosiona a uno de los símbolos del sistema político español nacido en 1978”, explica.
Los activistas catalanes buscan atraer la atención internacional sobre Cataluña, lo que les resulta útil a nivel nacional. La internacionalización de un conflicto interno es una práctica recurrente, indica Urs Saxer, profesor de Derecho Internacional en Zúrich. “Los independentistas como los catalanes suelen buscar apoyo a su causa en el extranjero con la esperanza de que Estados u organizaciones internacionales presionen al Estado en cuestión”. Para los independentistas, el éxito de su causa depende del reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Una Cataluña independiente solo puede existir si cuenta con el apoyo de actores europeos clave. “El exilio (según los independentistas; prófugo de la justicia, según el Estado español) de Puigdemont en Bélgica y de otras políticas independentistas como Marta Rovira y Ana Gabriel en la Suiza francófona forman parte de esta estrategia de internacionalización”, dice el profesor de Zúrich.
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