El signo inequívoco de que alguien carece de sensibilidad literaria, decía C.S. Lewis, consiste en que, para él, la frase “ya lo he leído” es un argumento inapelable contra la lectura de un determinado libro. Todos hemos conocido casos de personas cuyo recuerdo de determinada novela era tan vago que debían hojearla durante media hora en la biblioteca para poder estar seguras de haberla leído. Pero una vez alcanzada esa certeza, la novela quedaba descartada de inmediato. Para ellas, estaba muerta, como una cerilla quemada, un billete de tren utilizado o el periódico del día anterior, ya la habían usado. En cambio, quienes gustan de las grandes obras leen un mismo libro diez, veinte o treinta veces a lo largo de su vida.
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