Mientras que el comercio ilegal pudo haber sido inevitable, y hasta algunas veces comprensible en tiempos de guerra, una vez finalizadas las hostilidades en 1945 resultó ser un hábito difícil de romper. En efecto, tras el hundimiento de todos los sistemas administrativos y de transportes así como el quebranto de la ley y el orden, el problema realmente se agudizó. Para el otoño de 1946 las actividades en el mercado negro eran tan comunes que la mayoría de la gente ni siquiera lo consideraba un delito. “No es exagerado decir que todos los hombres, mujeres y niños de Europa occidental se dedican en mayor o menor medida al comercio ilegal de uno u otro tipo”, afirmaba el jefe de la UNRRA para Alemania occidental en una carta al Foreign Office británico. “De hecho, en grandes zonas de Europa no es posible
ganarse la vida sin hacerlo”. Era imposible respetar la ley cuando toda la población se burlaba de ella cada día. Esto tuvo por fuerza consecuencias morales.
En Gran Bretaña se tuvo la percepción de que los principios morales habían decaído a causa de tales actividades, escribe Keith Lowe. En palabras de Margaret Gore, ayudante del transporte aéreo en 1945, “el mercado negro en Gran Bretaña socavó la honradez de la gente, y creo que como sociedad fuimos mucho menos honrados después… Fue entonces cuando empezó”.
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