Contestando a un programa de televisión diré con Dixon que sólo los más ciegos podrían negar que la primera guerra mundial constituye una serie de ejemplos de todos los aspectos posibles de la incompetencia de los niveles militares más altos. Seguramente no hay nada que pueda compararse a esta guerra en cuanto a pura ausencia de imaginación, ineptitud de las decisiones, ignorancia del espionaje militar, subestimación del enemigo, optimismo ilusorio y monumentalidad del despilfarro de recursos humanos. En una época en la que se ha puesto de moda criticar y poner en duda el principio de autoridad, puede parecer extraño que hace apenas sesenta años millones de seres humanos que vivían en condiciones indescriptibles pudieran, con un valor, fortaleza y ánimos que exceden los límites de la comprensión humana, obedecer dócilmente decisiones mortales de generales bien alimentados y confortablemente alojados a muchos kilómetros de los lugares en los que sus decisiones se transformaban en diversas formas de muerte inútil.
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