jueves, 25 de mayo de 2017

Vladímir Vladímirovich Putin sucesor de Borís Nikoláievich Yeltsin.

Borís Yeltsin
¿Y qué sabía el propio Borís Yeltsin sobre aquel a quien pronto nombraría como sucesor? Sabía que era uno de los pocos hombres que había seguido siéndole fiel. Sabía que pertenecía a otra generación, a diferencia de Yeltsin, de su enemigo Primákov y de su legión de gobernadores, Putin no había ascendido desde las filas del Partido Comunista y, por tanto, no había tenido que expresar públicamente un cambio de lealtades cuando la Unión Soviética se hundió. Tenía otra ventaja: todos estos hombres, sin excepción, eran fornidos y de ceño permanentemente fruncido, o así lo parecía. En cambio, Putin, delgado, pequeño y vestido habitualmente con elegantes trajes europeos, se parecía mucho más a la Rusia que Yeltsin había prometido a su pueblo diez años antes. Yeltsin también sabía, o creía saber, que Putin no permitiría que lo procesasen o persiguiesen cuando se retirase. Y si Yeltsin conservaba aún al menos parte de su extraordinario instinto político, sabría que a los rusos les gustaría este hombre que recibían en herencia, y que los heredaba a ellos. 

Putin
Cuenta Masha Gessen que para consolidar la ventaja de Putin, alguien de la Familia propuso que Yeltsin debía dimitir con tiempo. Como primer ministro, Putin se convertiría por ley en el presidente en funciones, pasando inmediatamente a ser el candidato que batir en las elecciones que se avecinaban. Esto cogería a sus oponentes por sorpresa y reduciría el plazo hasta las elecciones. De hecho, Yeltsin debería hacerlo el 31 de diciembre. Sería un movimiento muy característico de él, eclipsaría al cambio de milenio, al problema informático del año 2000 y a prácticamente cualquier otra noticia que pudiese suceder en cualquier sitio del mundo. También tendría lugar justo antes del tradicional parón de dos semanas por Navidades y Año Nuevo, dejando aún menos tiempo para que los oponentes de Putin se preparasen para la votación.

Borís Berezovski 
Borís Berezovski tardó mucho tiempo en reconocer que lo impensable era posible e incluso probable. Le pregunté, dice Gessen, al respecto casi diez años después. Para entonces, él había financiado personalmente investigaciones, libros y una película que se basaban en la investigación de Nicolaiev, ampliándola, y estaba convencido de que había sido el FSB el que aterrorizó Rusia en septiembre de 1999. Pero aún le costaba encajar lo que pensaba cuando se produjeron los acontecimientos en 1999 con su visión posterior de los mismos. “Puedo decirte con total sinceridad que en aquel momento estaba seguro de que habían sido los chechenos. Solo cuando llegué a Londres y empecé a mirar atrás, acabé llegando a la conclusión de que el FSB había organizado los atentados. Y esta conclusión se basaba no solo en la lógica, no tanto en la lógica, como en los hechos. Pero en aquel entonces yo no vi esos hechos, y además no me fiaba de la NTV, propiedad de Gusinski, que apoyaba a Primákov. Así que ni siquiera presté atención. Ni siquiera se me pasó por la cabeza que alguien más estuviese moviéndose en paralelo a nosotros, que alguien más estuviese haciendo lo que consideraba 
Agentes del FSB.
oportuno para conseguir que Putin resultase elegido. Ahora estoy convencido de que eso es exactamente lo que estaba pasando”. Ese “alguien más” sería el FSB y el “movimiento paralelo” serían los atentados, pensados para unir a los rusos en el miedo y en un deseo desesperado de un líder nuevo, decidido e incluso agresivo, del que ningún enemigo podría escapar.

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