lunes, 26 de septiembre de 2016

Un libro puede ser algo tan importante como una batalla.


Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la CIA consciente de la categórica afirmación de Disraeli de que “un libro puede ser algo tan importante como una batalla”, se organizó un inmenso programa bibliográfico con el objetivo fundamental de proyectar la cultura y la historia de Estados Unidos ante el lector alemán de la manera más efectiva posible. El gobierno de ocupación recurrió a las editoriales más importantes, asegurando un flujo constante de libros de contenido amplio que se juzgaban más aceptables que publicaciones patrocinadas por el gobierno, porque no tenían el tufillo de la propaganda política. Pero propaganda se quería que fuera, al fin y al cabo.

Las traducciones encargadas por la División de Guerra Psicológica del Gobierno Militar Americano ascendieron a cientos de títulos, desde El ciudadano Tom Paine, de Howard Fast, The New Deal in Action, de Arthur Schlesinger, a Built in the USA, publicación del Museo de Arte Moderno. 

Hubo ediciones en alemán de libros adecuados para niños en las edades en que son más impresionables, como Cuentos tenebrosos, de Nathaniel Hawthorne, Un yanqui en la corte del rey Arturo de Mark Twain y La casa de la pradera de Laura Ingalls. 

Estos programas editoriales ayudaron en gran medida a establecer la reputación en Alemania y los demás territorios ocupados, después de la guerra, de muchos autores estadounidenses. 
Ernest Hemingway
El prestigio cultural de Estados Unidos se incrementó en gran medida gracias a la distribución de los libros de Louisa May Alcott, Pearl Buck, Jacques Barzun, James Burnham, Willa Cather, Norman Cousins, William Faulkner, Ellen Glasgow, Ernest Hemingway, F. O. Matthiessen, Reinhold Niebuhr, Carl Sandburg, James Thurber, Edith Wharton y Thomas Wolfe. También se promocionó a escritores europeos como parte de un explícito programa anticomunista. Valían los textos de cualquier crítico con la política exterior soviética y el comunismo como forma de gobierno, que juzguemos objetivo, convincentemente escrito y oportuno.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial se organizó un inmenso programa bibliográfico con el objetivo fundamental de proyectar la cultura y la historia de Estados Unidos ante el lector alemán de la manera más efectiva posible

programas editoriales ayudaron en gran medida a establecer la reputación en Alemania y los demás territorios ocupados, después de la guerra, de muchos autores estadounidenses


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