La revisión clásica de Syme de la vida y reinado del emperador Augusto “La revolución romana”, se publicó originalmente en 1939. Se fundamentaba en la obra realizada por los historiadores alemanes de finales del siglo XIX y principios del XX, que habían reunido y ordenado todos los elementos de información biográfica que se pudieran encontrar sobre los principales participantes en la palestra política romana. En su introducción al libro, Syme explica con detalle los argumentos a favor de un planteamiento colectivo, prosopográfico: “La insistencia indebida en el carácter y las hazañas de una sola persona reviste a la historia de unidad dramática a expensas de la verdad. Por mucho talento y poder que posea, el estadista romano no puede alzarse solo, sin aliados, sin seguidores.La carrera del líder revolucionario resulta fantástica e irreal, si se refiere sin alguna indicación de cómo estaba compuesta la facción que dirigía, de la personalidad, acciones e influencia de los principales entre sus seguidores. En todas las edades, cualquiera que sea la forma y el nombre del gobierno, detrás de la fachada se oculta una oligarquía, y la historia de Roma, republicana o imperial, es la historia de la clase gobernante”.
Felipe IV |
Si, por ejemplo, se emprendiera un estudio de las tres familias dominantes en la España de Felipe IV, mostraría cómo las rivalidades personales, las enemistades familiares y el puro instinto de supervivencia contribuyeron en su conjunto a fracturar y socavar la solidaridad de lo que superficialmente parecía ser una conexión familiar todopoderosa.
Cualquier reconstrucción de las intenciones de su dirigente o dirigentes políticos. Su visión del mundo, y la de su generación, no sólo es configurada por sus orígenes familiares y experiencia personal, sino también por la forma y contenido de su educación, su religión (o ausencia de ella) y sus lecturas, dice el profesor John H. Elliott.
John H. Elliott |
La misma realeza evolucionó, sigue diciendo Elliott,con el curso del tiempo, modificándose en respuesta a circunstancias cambiantes, entre las cuales la más importante en la edad moderna fue la Reforma protestante, con la consiguiente división del continente en grupos religiosos rivales y el surgimiento de un gran desafío interno a la autoridad de los monarcas creado por la aparición de disidentes religiosos entre sus propios súbditos. En el siglo XVI la religión se convirtió en un arma de doble filo, pues por un lado presentaba una amenaza en potencia letal a la autoridad monárquica al caer en manos de disidentes, pero por otro lado permitía a los propios monarcas aumentar y reforzar su autoridad al insistir en la unión indisoluble de trono y altar y su propia misión por designación divina.
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