Europa ya no tiene ningún modelo que proponer, ni siquiera a sus jóvenes. Los jóvenes están hartos de la alta cultura, de la alta civilización que no fue capaz de oponerse a la barbarie, o que más de una vez se puso a su servicio.
No creo que volvamos a tener un Shakespeare, un Dante, un Goethe, un Mozart, un Miguel Ángel, un Beethoven, dice el profesor Steiner. Por supuesto que hay gigantes en el arte del siglo XX, hay grandes escritores. Hay grandes compositores. Pero el que enseña literatura, historia del arte o música lo hace mirando hacia atrás. La cabeza siempre mira hacia atrás.
Dando un paseo por una calle europea, dice el profesor Steiner, uno ve en todas las casas placas que conmemoran sucesos de hace siglos; en Europa el peso del pasado es enorme. En cambio, el peso del futuro es muy ligero, ligerísimo. Es un problema grave. Nos encontramos en un periodo de transición.Las iglesias están prácticamente vacías. En los países en los que la autoridad católica era o en apariencia sigue siendo la más poderosa (en Italia, en España, etc.), la tasa de natalidad está en caída libre. La demografía de Europa es negativa; el continente ya no renueva a su población. Por doquier, los jóvenes y los que ya no son tan jóvenes cargan con el lastre enorme de los viejos, el lastre de las pensiones, el lastre de los que viven demasiado. La pirámide se ha invertido por el lado equivocado. Por todas esas razones, es difícil imaginar cómo hará nuestra civilización europea para recuperar su impulso vital.
Lo que no puedo aceptar, dice Steiner, es a los que dicen: “La cuestión ya no tiene importancia. En el fondo, ¿para qué hablar de ella?”. Me parece que si esos ganan la partida, si efectivamente nuestra cultura, nuestra sensibilidad, el contexto de nuestro ser se vuelve no ya irreligioso, ni ateo, ni religioso, sino una especie de: “Hitler, ni idea; Dios, ni idea”. una cultura en la que, como se desprende de una encuesta reciente, los diez ingleses inmortales serían, en primer lugar (y con gran ventaja) David Beckham, en el quinto puesto Shakespeare, y Darwin noveno, entonces, si las cosas están así: una especie de secularización, de vulgarización extrema, entonces de verdad creo que ya no podremos producir obras de primera categoría. Nueve décimos de nuestro arte y de nuestra arquitectura tienen un tema o un trasfondo religioso, ya sea la Misa solemnis de Beethoven, la música de Bach, o bien nuestras catedrales, nuestros edificios, nuestras ciudades, nuestras leyes, etc.
Dostoievski |
Si me dicen: “¡Eso ya no importa!”; si ya no vale la pena reflexionar sobre lo que Dostoievski llama “la única cuestión” (la de la existencia o no existencia de Dios) o intentar encontrar metáforas formales para expresarla, entonces realmente creo que entramos en lo que llamo un epílogo, jugando con esa palabra: lo que viene después de la palabra, después del logos. “En el principio era la palabra”. Bien pudiera ser que al final sea el ridículo. Tal vez estamos entrando en una gran época ridícula.
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