miércoles, 2 de julio de 2025

Muchos años de instrucción no garantizan el desarrollo de una mente respetuosa

Casa de la Conferencia de Wannsee
No existe ninguna fórmula para conseguir que alguien sea respetuoso con los demás. Quizá los casos más reveladores que han salido a la luz durante los últimos años sean los de los ciudadanos de la Europa nazi que, arriesgando su propia vida, decidieron ocultar a ciudadanos judíos y de otros grupos perseguidos. Según un cuidadoso estudio realizado por Samuel y Pearl Oliner, el aspecto exterior de estas personas era de lo más normal, no parecían distintas de las muchas otras que se quedaron de brazos cruzados o que colaboraron con los criminales nazis. Pero un estudio más detallado muestra unas diferencias muy reveladoras. Al haber tenido unos padres que evitaban el castigo físico y explicaban las reglas y conductas de una forma clara y razonada, estos salvadores se diferenciaban de sus conciudadanos por los sólidos valores, con frecuencia religiosos, que habían recibido de sus padres, por su actitud optimista y constructiva hacia la vida, por su sensación de conexión con los demás aunque pertenecieran a otros grupos y, por encima de todo, por su comprensión intuitiva y, en el fondo, instintiva de que el trato dispensado a aquellos inocentes era infame y de que ellos mismos podían y debían intervenir.En este contexto es muy instructivo y espeluznante conocer algunos detalles sobre los asistentes a la llamada Conferencia de Wannsee de enero de 1942, donde se tomó la decisión de poner en práctica la llamada “Solución Final”. De los catorce asistentes a aquella reunión, todos ellos varones, ocho se habían doctorado en las universidades centroeuropeas más prestigiosas. Es evidente que muchos años de instrucción no garantizan el desarrollo de una mente respetuosa.

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