La muerte del Che Guevara en 1967 y el fracaso de las manifestaciones estudiantiles de 1968 en la mayoría de Naciones occidentales, especialmente el de las revueltas estudiantiles en Francia, contribuyeron a la rabia y a la decepción. Varios de los manifiestos terroristas publicados después de 1968 hacen mención explícita a esos eventos, así como reflejan los puntos más generales de voluntad irracional, explotación, mercantilización, rabia, y la necesidad simplemente de hacer algo. Por ejemplo Pierre Victor, por entonces líder del movimiento de maoístas franceses con quienes Michel Foucault estuvo asociado, se remontó al régimen de terror de la Revolución Francesa, y declaró lo siguiente en las páginas de La Cause du Peuple, el periódico maoísta: “Para derrocar al poder de la clase burguesa, la población humillada tiene motivos para instituir un breve período de terror, y el asalto físico de un puñado de individuos despreciables y odiosos. Es difícil atacar a la autoridad de una clase sin que unas cuantas cabezas pertenecientes a integrantes de esta clase sean paseadas en la punta de lanza”.
Antes de su muerte, Ulrike Meinhof puso muy claro el amplio propósito de la fracción del Ejército Rojo, que ella y Andreas Baader fundaron en Alemania: “La lucha antiimperialista, si es más que mera palabrería, significa la aniquilación, la destrucción, la quiebra política, económica y militar del sistema imperialista”. El incremento del terrorismo de izquierda en los países que no eran controlados por Gobiernos explícitamente marxistas fue un rasgo sobresaliente de los sesenta y principios de los setenta. Combinados con el giro más generalizado de la izquierda hacia el no racionalismo, el irracionalismo y el activismo físico, el movimiento terrorista hizo de esa era la más sangrienta y de mayor confrontación en la historia de los movimientos socialistas de izquierda de esas Naciones. Pero los capitalistas liberales no eran del todo blandos y complacientes; para mediados de la década del setenta sus fuerzas policiales y militares habían derrotado a los terroristas, matando a algunos, encarcelando a muchos, forzando a otros a la clandestinidad más o menos permanentemente, escribe Stephen R. C. Hicks en su libro Explicando el Posmodernismo.
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